Y nunca mejor dicho.
Fotografiar la ternura entre una madre y su bebé, es emocionante.
Pero fotografiar la ternura entre una madre e hija, cuando han pasado más de 30 años y la magia continua, es increíble!
Marina me pidió que plasmara ese mundo tan especial que comparte con su madre, la ternura, los recuerdos de su infancia, ese hilo invisible que une sus almas desde la distancia de miles de kilómetros. Y es que cuando habla de su madre, le brillan los ojos.
En estos días, en los que ha venido a visitarla desde el otro lado del mundo, a Marina se le llena la mirada.
Solo les pedí que se olvidaran de la cámara, y fueran ellas. Y entonces, empezó la magia.
Almas gemelas y dos rostros diferenciados únicamente por el paso del tiempo.