Carla, empezó tímida y tensa la sesión de comunión, y no nos dejó ver, al principio esa mirada serena que ocultaba bajo una capa de nervios. Nos suele ocurrir. Los flashes, el estudio, imponen un poquito cuando entran en el estudio, pero es solo cuestión de tiempo que se relajen y vuelvan asomar los niños que son.
Completar el reportaje fotográfico en el estudio con fotografías en el exterior es un lujo, y más en Zaragoza, donde el tiempo no siempre lo permite. El entorno de La Muela es maravillo para tal fin, y esa mirada mágica de Carla, y la luz del atardecer, nos regaló una sesión maravillosa, donde disfrutamos todos por igual.
No pude dejar pasar esos mimos entre madre e hija, porque al final, la fotografía es eso, captar instantes, contar emociones, escribir historias, y entre ellas, a la vista está, que hay toda una historia de amor.